domingo, 27 de noviembre de 2011

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'Que los cuartos se conviertan en la imagen misma del gusto propio y sean llenados solamente con las cosas que esa facultad pudiera aprobar. En cuanto a mí, no me siento capaz de vivir y pensar más que en una habitación en donde todo sea creación y el lenguaje de vidas profundamente diferentes de la mía, con un gusto opuesto al mío, en donde no encuentre  nada de mi pensamiento consciente, en donde mi imaginación se exalte al sentirse sumergida en el seno de mi no-yo; no me siento feliz sino al poner el pie -en la avenida de la Estación, sobre el Puerto, o en la plaza de la Iglesia- en uno de esos hoteles de provincia con largos corredores fríos en donde el viento de afuera lucha con el éxito contra los esfuerzos de la calefacción, [....] en donde por la noche, cuando uno abre la puerta de su cuarto, tiene la sensación de violar toda la vida que permaneció allí dispersa [...] de tocar por todos lados la desnudez de esa vida en el designio de turbarse a sí mismo por su propia familiaridad, dejando aquí y allí cosas, haciéndose el amo en ese cuarto lleno hasta los bordes del alma de los otros [...] esa vida secreta, entonces, uno tiene el sentimiento de encerrarla consigo cuando va, temblando, a asegurar la cerradura; de empujarla delante suyo en la cama y de acostarse al fin con ella en las grandes sábanas blancas que le muestran por encima la figura, mientras que, bien cerca, la iglesia toca para toda la ciudad las horas de insomnio de los muertos y los enamorados. '

marcel proust, sobre la lectura.

como lo pajarone

miércoles, 23 de noviembre de 2011

resbalando un largo beso que empieza en la boca y se pierde en la barriguita

[...] pero ya es el retorno darwiniano, suave aterciopelada regresión a la ranita, el apartarse cadencioso de los muslos, las rodillas que subirán sin que nadie se lo pida, el trecho inexpugnable ofreciendo la llave musgosa, Heredia arquimédicamente sabrá que sólo necesita un punto de apoyo y clavará las rodillas en el hueco propicio, y sus dedos subirán a la boca para buscar la saliva que esta noche es el santo y seña en la porteña, la cifra de la combinación secreta, Diana gemirá, la ranita empalada y sollozante, y una vez más el siracusano sabrá que ya puede mover el mundo, que todo está empezando a girar y a subir y a flotar y a hundirse con todas las propiedades de la física y la química en un torrente de colores bajo los ojos cerrados, entre murmullos y cabellos.

Cortázar. El libro de Manuel

viernes, 11 de noviembre de 2011

Torrente de colores bajo los ojos cerrados

[...] porque Diana aprieta las piernas y se echa de lado y hasta totalmente se vuelca boca abajo y hay que concentrarse en la nuca y los hombros, tender a lo largo de la espalda una vialidad minuciosa de caricias que la acupunturen y la cartografíen, calmarla con una boca que le visita la oreja y la moja despacito [...]

Cortázar. El libro de Manuel.

viernes, 4 de noviembre de 2011

desastre

esta es la evidencia de una ausencia de espacio para molestar y vociferar lo que nos afecta. queremos reunir-nos nuevamente, y como el tiempo no siempre es un buen aliado para hacernos converger en un mismo lugar, hemos optado por crear este contra-espacio, donde es posible hablar de las cosas que nos pasan o que no necesariamente existen.